lunes, 9 de septiembre de 2013

Moral anarquista, ¿Ética de emergencia?

Busco hacer daño

No puede ser que la ética este considerada ya hoy como un complemento únicamente, y halla perdido toda aquella importancia que significa realmente, como ciencia pura y camino a un funcionamiento social.

En tiempos pasados en México, con la inestabilidad de la nación por guerras internas, externas y demás crisis de carácter económico, político, religioso y social, la ética fue la única ciencia capas de unificar criterios y llevar al país a periodos de paz, cómo los ya vividos en los últimos 60 años, no por ello, decir que no ha quedado exento a ciertos atropellos ocasionados por la mala administración pública, heredera de la Revolución Mexicana, último gran estallido social que costara una gran población del país y lo debilitara en sus estructuras internas.

La importancia a que hago referencia es, por no decir mucho, la lucha de clases y la búsqueda de la sociedad para tener plena libertad y goce de los derechos fundamentales, primicias anheladas desde la Independencia a la Corona Española.

No podemos ahora con eso decir que la ética es solamente una observancia a los principios morales y axiológicos, debemos mirarla como un comportamiento de carácter formativo y esencial para el correcto funcionamiento de nuestras instituciones; así mismo, parte central de nuestra sociedad.

La finalidad de la ética es crear hombres y mujeres de alto valor para la sociedad en la que viven, a la que sirven y a la que ayudarán en su búsqueda de mejora continua. Contrayendo consigo mismos ese contrato social, para llevar a cabo  las tareas de administración de sus riquezas, aplicación de políticas públicas, acciones jurisdiccionales y demás tareas asignadas al Estado; puesto que los habitantes de una nación son los sujetos que garanticen para sí el correcto funcionamiento de su nación.

Por lo tanto, no puede ser tomada de manera teórica solamente, puesto que tiene vida en sí y por sí.

La evidente situación de la sociedad en general nos demuestra el uso desmedido de la violencia para resolver todo tipo de conflictos, recurriendo a los principios éticos solamente al final, al no obtener el resultado deseado por su propio ajusticiamiento, como es evidente en todo tipo de manifestación social, cultural y artística que dirigida al público de manera morbosa busca llamar al deseo de anarquía en sus receptores; y esto es quizá, como lo dijera Kropotkin (2008):
"El espíritu del niño es débil, y fácil, por lo tanto, el someterle por terror: a esto apelan. Le intimidan, y le pintan los tormentos del infierno, le hacen ver los sufrimientos de las almas en pena, la venganza de un Dios implacable; más tarde le hablarán de los horrores de la Revolución, explotarán cualquier exceso de los revolucionarios para hacer del niño «un amigo del orden». El religiosos le habituará a la idea de ley para mejor hacerle obedecer lo que él llama la ley divina: el abogado le hablará también de la ley divina, para mejor someterle a los textos del código. Y el pensamiento de la generación siguiente tomará ese tinte religioso, ese tinte autoritario y servil a la par -autoridad y servilismo van siempre cogidos de la mano-, ese hábito de sumisión que demasiado se manifiesta entre nuestros contemporáneos."(p. p. 15-16)
 Haciendo un llamado a la recuperación de la ética pura, aquella que no necesita de imperativos, de dogmas y demás temores, todos fabricados por los hombres para dominar a sus descendientes, claro, cabe decir que el momento histórico en donde se escribió el libro del filósofo ruso no coincide con el actual, pero mirar en él  un aprendizaje significativo es la tarea de poner su cita aquí.

Para concluir a lo breve que he expuesto, no queda más que invitar a la auto regulación, al análisis y al estudio de la ética como base de nuestra formación, siempre anhelando la paideia, la búsqueda de un ideal.






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