martes, 27 de septiembre de 2016

Necesito una copa más


Quizá había pasado demasiado tiempo pensando en las tonterías que me cargaban por la noche, y sus estrellas que parecen luces de cigarros flotando en la atmósfera pesada solo la volvían un enemigo que esperas con ansiedad y con esmero para continuar la batalla de resistencia llamada ironía; la soledad es cada vez más grande y su compañía es cada día la razón de ir a la cama pensando en cómo será el momento de morir; pero ahora no importa cómo será, sino el cuándo. Es por eso que decir en palabras escritas el sentimiento de vivir, es ajeno a mi persona, como ajeno sería hablar de moral con una rata o un conejo.
Después de correr la sala de cuatro metros por cinco en repetidas ocasiones me había percatado que eran las tres y media de la madrugada, ese mismo día escuché por medio de un conocido medio electrónico que somos víctimas de la evolución, qué diablos es la evolución, muchas veces nos podríamos poner a pensar en un intimidante capricho de Dios al mandarnos conciencia o al crearnos de barro y un soplo divino, pero la mente existe aquí y ahora, en este papel, en esta cabeza que reproduce cada palabra que escribo en un estado alterado como lo haces ahora; así me torturaba el intelecto por aquello de las tres con cincuenta minutos de la mañana.
No hacía mucho que tuve, en la noche del día anterior mí último contacto humano, una corta plática por medio de mensajes escritos en un dispositivo al que los hombres modernos llaman teléfono inteligente, el cual es capaz de comunicar a través de un lenguaje conocido por el ser humano a sus homólogos una idea, un pensamiento de baja o alta vibración. Aquella plática fue muy corta, apenas un intercambio de fríos saludos y despedidas, una de aquellas pláticas que anhelas con alguien pero que cuando empiezan no sabes si está terminando, las palabras no fluyen en ese momento, solo los signos que reproduce el mecanismo complejo del dispositivo electrónico, como si nos separara de la realidad tangible y nos teletransportara a un mundo de realidad virtual, ajeno a nuestros sentidos físicos, enajenados en un pequeño proyector a colores vívidos que interactúan con nosotros mientras le invertimos el tiempo que deberíamos ocupar en cosas más virtuosas como lo es el vivir mismo o el morir, eso es, la telecomunicación se ha vuelto nuestra otra realidad, nuestra vida y nuestra muerte cada día, esto es lo que mi cabeza llena de conceptos técnicos acarreados del trabajo hace con mis dedos para dar impulso a escribir, son las cuatro de la mañana.

Consecuente a la madrugada en su momento más oscuro viene un término que me gusta llamar transición, es una hora muerta, donde la noche y la madrugada se juntan, se hacen una. Culpable soy de mis acciones y culpable soy ahora de mi escritura insensata, una que desata mi locura mientras carcajeo completamente alcoholizado, peleando con mis fallos musculares para concentrar las piernas en una posición incómoda que me permita estar sentado en el sofá para encorvar mi espalda y escribir a botonazos este escrito, los cigarros ya casi se agotan, el humo se ha apoderado de toda la casa, con esos cuatro por cinco, todo huele a mierda, es un olor parecido al de un cadáver, un olor fétido que puedo jurar que se percibe desde la casa más lejana de la pequeña unidad habitacional en que vivo. Miserable es mi escritura, carente de coherencia e incapaz de escribir con lógica o secuencia aquellas porquerías que salen de mi cabeza, son las cuatro con ocho minutos. Quizá el próximo párrafo sea más grato, tal vez me detenga ahora y comience mañana como a las tres de la mañana, y pueda asegurarme que aún respiro, que aún vivo, que aún ansío esa comunicación cortante pero humana, interacción no digital que puede que necesite, puede que espere, pero que no me atrevo a decirlo porque temo que decir lo frágil que soy solo provocaría más dolor que el que estoy soportando, quizá es por el alcohol, quizá porque no he dormido durante cuatro días, pero sea lo que sea, solo sé que lo necesito, y que no sé cuántas noches más pueda aguantar antes de caer desmayado de fatiga, convulsionado de ironía o borracho de tanto ahogar mi propia y miserable humanidad en la copa de vidrio que ya se encuentra manchada de licor seco y viejo, pero que es lo único que endulza mi asqueado paladar, voy a parar ahora, necesito una copa más.

miércoles, 6 de abril de 2016

Tema de conversación

Usted tiene una cita con la verdad.
Son las nueve de la noche y se tiene que sentar frente a la televisión; un presentador de apariencia afable y rasgos que dan confianza comienza a leer notas periodísticas mixtas, las cuales parecen un guión bien planteado por exitosos directores de cine de comedia.
para empezar un adelanto de lo que para usted debe ser importante y, sin lo cual usted no podrá ir a dormir pensando que el mundo está en decadencia, pero que en el cierre de la transmisión, con un reportaje de los actores de la televisión o del cine, músicos o demás artistas le pueden arrancar una sonrisa para ir a la cama bien informado y con quizá algunos argumentos para discutir en familia o, por la mañana mirar atento el noticiero matutino esperando que las noticias cambien y se conviertan en alentadoras misivas del miserable panorama que por la noche le han brindado.
Ahora la dinámica es distinta, puede salir con las noticias frescas y hacer plática con las personas del transporte público, la oficina, los compañeros del trabajo, los dependientes de la tienda, el cantinero o hasta de cualquier persona que coincida con usted en el transcurso del día, y sin más, preguntarle por el precio del dolar, el nuevo escándalo político, la terrible nota rosa que hace pensar que los artistas que más le gustan están quedando calvos o están ganando grasa de más.